Por Nilo V. De La Rosa Jourdain
Licenciado en Derecho, Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM)
Máster en Derecho Civil, Université Panthéon-Assas, París, Francia.
Máster en Derecho Ambiental, Universidad del País Vasco, España.

 

Si ha habido en la historia una revolución indiscutiblemente exitosa esa es la del hombre mediocre. Una revolución iniciada hace siglos y que hizo desaparecer toda noción efectiva de orden, jerarquía y autoridad. Se trata del asalto al poder político por parte del hombre mediocre. Ante la apatía cómplice del hombre supuestamente virtuoso (pero no valiente), sin mayores sacrificios el hombre mediocre conquistó el campo abandonado por el virtuoso

Hoy la política está atestada de los menos aptos, salidos de toda suerte de antros sin la más mínima formación académica y moral; sin la más mínima noción de clase y criterio para hacer las cosas. Hoy en día dominan los menos aptos, los descalificados por la razón para el gobierno. Los virtuosos no son más que una virtuosa minoría. En eso consiste la desgracia política de buena parte de la humanidad hoy en día: El imperio de los mediocres y la apatía de los virtuosos.

Se impone la necesidad de una ofensiva que expulse a los mediocres de la política. Que restaure el orden y la autoridad dictadas por el derecho natural, es decir, la supremacía del hombre virtuoso por sobre el hombre mediocre. Entonces se dará marcha nuevamente a la evolución moderada y paulatina hacia el perfeccionamiento de la democracia, es decir, un orden de justicia y armonía en la sociedad.

Una de las armas fundamentales para este propósito es la formación desde temprana edad de individuos que vayan dando señales de vocación política, así como el bloqueo a la dirigencia partidaria a ese individuo inútil a los fines de la política, es decir, el mediocre.

Basta con observar a lo interno de los partidos políticos la gran cantidad de individuos autodenominados «dirigentes» incapaces de articular al menos dos ideas con un mínimo de lógica y coherencia. Incapaces de escribir un artículo. Incapaces de dominar conceptos básicos para cualquiera que se dedique al sagrado oficio del servicio público. Ni hablar de las monumentales faltas ortográficas y orales en que incurren en los escasos momentos en los que expresan ideas más o menos complejas. ¡Ay de aquel que le pregunte sobre su ideología política a un individuo que ni sabe lo que es una ideología!

La política no es sólo a base de papeletas, de ser hijo de fulano, de ser un ruidoso vocinglero buscador de votos, si es que realmente los busca. No es sólo repartir funditas, dinero y alcohol en campaña. No es hacer «show» vacío de ideas en los medios de comunicación. La ofensiva empieza por exigirle al político el requisito mínimo: tener un cerebro y un corazón funcionales. Juan Pablo Duarte le había asignado un nombre muy especial al hombre mediocre: orcopolita, es decir, ciudadano del infierno.